18 marzo, 2017

Estiba o la sinrazón

Que las empresas que operan en los puertos españoles se vean obligadas, por ley, a contratar la mano de obra para descargar los barcos a un grupo cerrado de personas que pertenecen a una SAGEP (Sociedad Anónima de Estibadores Portuarios) es una anormalidad de grueso calibre. Una bolsa cerrada y controlada de mano de obra no permite la libre competencia y genera una relación viciada en la que, por lo pronto, los trabajadores pueden imponer condiciones ventajosas para ellos. Esto es algo que ningún otro colectivo laboral en este país puede hacer. Solo los controladores aéreos se podían permitir esas alegrías, pero ya no.

Meterse en esa bolsa es casi un arcano. Vamos que uno no puede ir y pedir su ingreso en la misma, así por las buenas. Si un chaval quiere ser estibador, lo tendrá mucho más fácil si un familiar cercano ya lo es. Las SAGEP eligen y forman a sus miembros. La estiba es un coto privado. Y este tipo de cosas, en Bruselas, saben a cuerno quemado. Algo normal, por otra parte.

Claro que, se puede entender que si a un colectivo acostumbrado a excelentes salarios y a unas no excesivamente rigurosas condiciones de trabajo, si les vienen a tocar su porqué, entren en situación de estrés. Es completamente normal y comprensible. Pero, más pronto que tarde, las cosas van a funcionar como dice Bruselas, es decir que se contratará en un mercado laboral libre, y lógicamente esto traerá consigo una rebaja en los precios, y consecuentemente en los salarios, y esto llevará aparejados conflictos laborales. Y aquí eso de gestionar una crisis gusta poco.

Pero la sinrazón no solo está instalada en esta legislación anacrónica e injusta que nadie aquí se ocupó nunca de cambiar. La irracionalidad está instalada también en todo el espectro político. Primero, el PP pasó olímpicamente de trasladar a la ley española condiciones de la UE sencillamente porque se veía en el horizonte, aunque lejano, un periodo electoral y no se querían conflictos fuertes con un sector que puede poner a toda la sociedad en dificultades.

Es decir, nada nuevo. Como siempre, lo que importa no es hacer lo correcto, sino lo más conveniente a los intereses electorales. El PP trasladando responsabilidades únicamente suyas, y el resto de partidos, jugando a la contra: el PSOE, poniendo la pelota en el tejado del PP, decía estar a favor del decreto si el gobierno llegaba a un acuerdo con los trabajadores, un acuerdo que sabía imposible; Ciudadanos, de acuerdo con el PP en lo esencial, pero dispuesto a castigarlo por el ninguneo a que es sometido; y Podemos, a lo suyo, en este caso a apoyar sin fisuras a trabajadores privilegiados pero sin aclarar por qué, o haciéndolo de manera poco convincente. El caso es que tumbaron al gobierno, algo que en sí, no es malo, al contrario. Pero aquí nadie ataca el problema, solo actúa en función de sus intereses.

Sin embargo, lo más alucinante de todo fue el intento del PP para arreglar el problema. El ministerio de Fomento ofreció prejubilaciones a los mayores de 50 años. Estos estibadores se irían a su casa con el 70% del sueldo. Pagaba el Estado, no había problema. Ningún partido abrió la boca. Es como si estuvieran anestesiados. Es decir, un trabajador de 50 años pierde su empleo y se va al paro. Sus probabilidades de ser contratado son mínimas, y se reducen cada año que pasa. Cuando llega a 55 años puede solicitar la ayuda de 426 euros si reúne las condiciones (renta familiar media menor que el 75% del salario mínimo). Es decir este trabajador está en la mismísima mierda. Pero si es un estibador, no. El Gobierno le resuelve la vida y le convierte en pensionista de lujo. Y esto a nadie le chirrió, a ningún partido.

La moraleja a todo esto es que si trabajas en un sector que puede presionar y crear conflictos tienes todos los problemas resueltos, como en su día se hizo en Hunosa en Asturias. El PP solo asume conflictos con los débiles, con las víctimas de la reforma laboral y con los desamparados sin fuerzas para nada que no sea buscar su sustento diario. Es decir, con la gente que no puede defenderse y que pagó toda la crisis de sus bolsillos. Con estos sí se atreven. Se llama hacer lo fácil.

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