11 junio, 2016

Pablo Iglesias, Marx y, ¿votar?


Sí. Definitivamente, Iglesias es un auténtico marxista. Casi sin quererlo está aplicando una de sus grandes máximas: estos son mis principios, si no le gustan tengo otros. No importa de donde venga el voto; tampoco importa cómo se consiga, el caso es tenerlo en el saco para llegar al poder. Y si para ello hay que ser marxista, o grouchista, pues se es. Y una vez en el poder, a ver quién es el guapo te mueve de allí.

Personalmente no me preocupa demasiado que Podemos pueda llegar al poder. Si gana los votos suficientes para gobernar, con alianzas o sin ellas, sea. La democracia es así y el pueblo decide. Otra cosa será qué pueda hacer de lo que dice, porque, claro, hay fuerzas al otro lado: la UE, los halcones de Bruselas, que le pondrán los límites. Unos burócratas sin alma, serían quienes impedirían a Podemos realizar los sueños húmedos que llenan las noches de sus líderes. Burócratas sin alma en Bruselas y banderizos desmelenados en Madrid. Lo tenemos claro.

Marx (Groucho) también dijo: La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Y tengo la impresión que en ello anda ahora el amigo Iglesias, aunque seguramente lo negará, porque lo de equivocarse no entra en su arrogante carácter, y nunca aplicó remedios equivocados, faltaría más, él nunca yerra. Se equivocan los demás, en especial el PSOE. Menuda mierda de partido socialdemócrata, que pacta con la derecha para intentar sacar al PP del poder. A aquello había que votar que no. Qué coño sacar al PP. Para qué.

El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido. Otro principio marxista que el líder supremo lleva a rajatabla. Simula perfectamente ambas cosas. Toda la cúpula del partido entiende bien este principio: simular honestidad. Únicamente Monedero tuvo un desliz, pero fue severamente purgado por ello. Aquí se es honesto, o se aparenta; y se juega limpio con todo el mundo. Solo Pablo Manuel, como caudillo, puede hablar de cal viva, o auto proclamarse virrey con nocturnidad. Eso no cuenta. Eso no es jugar sucio.

En fin, que las elecciones están ahí y quienes vayan a votar tienen un papelón de cuidado: elegir entre un tipo que terminó de arruinarnos (Rajoy); otro con poco carácter que ni supo poner orden en su propio partido (Sánchez); un tercero, sumamente nervioso él, que no habla con claridad de nada y que parece fiarlo todo a un futuro que solo está en su imaginación (Rivera); y un activista reconvertido repentinamente a socialdemócrata y a marxista (Iglesias).

Y todos estos te piden que vayas a votar. Unos, el PP, para que todo siga igual; los otros, el resto, para quitar a los unos de la Moncloa. No entiendo bien. Si eras del PP, a la vista está que fracasaron, para qué vas a ir. Y si no lo eres, ya votaste en diciembre y la oportunidad de expulsar al PP de la Moncloa ya la hubo. Entonces, para qué votar.

Se me perdonará que termine con una máxima marxista dirigida a estos candidatos: Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien. Así que, caballeros, digan ustedes lo que les plazca que el que suscribe no va a perder ni un segundo de su tiempo en escucharles. Ya lo hizo en diciembre. Su tiempo ya pasó.

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