09 abril, 2016

Podemos no quiere pactos

Puesta en escena de ayer (pinchar para ver)
Hace algunos días debatía en las redes sociales con un «joven apóstol» de Podemos sobre la pertinencia de que este partido apoyase la formación de un gobierno basado en el pacto PSOE Ciudadanos. Lógicamente el no veía el porqué de tal favor. Pero en lugar de razones, su mantra consistía en descalificar todo lo ajeno a sus bien aprendidas verdades. No importaba la argumentación a que se pudiera recurrir; siempre era descalificada por incoherente, por falsa, por ilógica... En fin que el chico en cuestión estuvo en lo que llamaríamos el límite de la educación, no ya solo por su incapacidad para tratar de entender a su interlocutor, sino por sus formas displicentes. Estaba viendo un reflejo de Pablo Iglesias: arrogancia, desdén, insolencia, desprecio por otras formas de ver las cosas... Una lástima, la verdad.

No hay forma de entrar en un núcleo radical y monolítico como este partido. Es casi una secta. Su único componente valioso, Errejón, resulta ser un apocado que no hace valer sus tesis ante la catarata demagógica de Iglesias y su cuadrilla. Tras el abandono de independientes de postín, la facción pablista está cómoda entre el caos y en la guerrilla política. No le importa que no se avance. A ellos no les interesan los pactos. Están convencidos de que unas nuevas elecciones les darán más poder. Por eso actúan como actúan. No les importa que el PP gobierne, es más, lo desean. Con el PP a los mandos pueden mantener la calle en efervescencia y la sociedad desequilibrada. El activismo es lo que les mantiene vivos. Iglesias juega con las emociones de los ciudadanos, manipula las cosas para que parezcan lo que no son. Y parece que le funciona, a tenor de lo que pude comprobar intentando razonar con varios miembros activos de Podemos. Iglesias intenta una especie de sofronización colectiva recreando alegorías. Iglesias no es un demócrata, es otra cosa, que, de momento, no alcanzo a definir.

Desde el día después de las elecciones tuvo en su mano hacer lo correcto: expulsar de la Moncloa al PP. Solo tenía que acercarse al PSOE con cierta, digamos, amabilidad. Era lo que tocaba. Sin embargo prefirió ser despectivo y petulante. Se sentía potente por sus resultados, indestructible, como un superhéroe. Pedro Sánchez, no el PSOE, lo intentó, tendió la mano y no se la mordió, se la amputó. Su actuación autoproclamándose vicepresidente plenipotenciario, mientras el otro estaba con el Rey, fue una bajeza injustificable que Sánchez tuvo que tragarse sin pestañear, demostrando estómago de acero. Iglesias expulsó al PSOE de su lado pensando que así tendría una posición de fuerza. Y, así, sin darse cuenta, catalizó el pacto del PSOE con Ciudadanos.

Con el tiempo, Iglesias se dio cuenta de que el sentido del voto de la gente había sido que se pactara para eliminar al PP y vio que había metido la pata, porque las encuestas le ponían como culpable de la situación de impasse. Entonces maniobró de nuevo tras el intento fallido de investidura de Sánchez por su voto negativo. Una maniobra tosca, digna de su altivez enfermiza. Se presenta a una reunión con Ciudadanos y el PSOE con un documento de 20 puntos de su programa en los que «cedía» en parte, para salir como una víctima a la que ni siquiera, a pesar de tanta buena voluntad por su lado, hicieron caso. Al día siguiente hace una rueda de prensa en la que escenifica lo triste que está por la cerrazón del PSOE y de Ciudadanos, por su ceguera política. Entonces, en una traca final digna de fallas, dice que va a preguntar a las bases, y que si no refrendan sus tesis, «asumirá responsabilidades». Cinismo en estado puro.

Las preguntas que va a hacer a las bases, después de preparar adecuadamente el terreno, me recuerdan una época de IU (la de programa, programa en los 80), en la que se decidió sondear a la militancia sobre un pacto con el PSOE para impedir alcaldías del PP. En lugar de preguntar: «¿Estás de acuerdo con impedir las alcaldías del PP dando nuestro voto a la izquierda si es necesario?», se preguntó: «¿Estas de acuerdo en votar a nuestro candidato?»... Entregué mi carné ante tanta falsedad y ñoñez. Pues algo similar va a ocurrir en Podemos. Las dos cuestiones que se plantearán a la militancia son: ¿Quieres que apoyemos un gobierno PSOE Ciudadanos presidido por Sánchez? y otra: ¿Estás de acuerdo con la propuesta de Gobierno de cambio que defienden Podemos-En Comú-En Marea? El resultado es fácil de adivinar. Iglesias puede dormir tranquilo.

Yo le sugeriría a Pablo Manuel que fuera honesto consigo mismo y con sus electores y que se atreva a preguntar de verdad, sin trampas dialécticas... Algo como. ¿Estás de acuerdo con favorecer un gobierno que no sea del PP? y ¿Estás de acuerdo con que si no hay más remedio participe también Ciudadanos? Esto sí tendría un resultado incierto, Pero, claro eso sería la pregunta de un demócrata, e Iglesias no se sabe qué es. Aunque solo es cuestión de tiempo.

No hay comentarios: