17 marzo, 2016

Los partidos, los cargos y la ética

Las grandes leyes españolas: Constitución, Ley de Partidos y Ley electoral esculpieron la morfología de lo que son hoy los partidos políticos y dieron soporte a sus paranoias en todo el aparato del estado. También, a nivel interno, estas leyes hicieron estragos, al no garantizarse en modo alguno ni el funcionamiento democrático ni un modelo normalizado de financiación. La consecuencia de ello es que los partidos, los grandes, PP y PSOE, son monstruos llenos de personas corruptas que parasitan todos los niveles del estado con la única finalidad, en muchas ocasiones de extraer dinero para su formación o para si mismos.

El PP y el PSOE están infiltrados de tal modo y desde hace tanto tiempo en las instituciones, que se parecen más agencias de colocación de «su» gente que a organizaciones con el objetivo de mejorar la vida de los electores impulsando prácticas adecuadas en lo que se refiere a la distribución y el gasto del dinero recaudado mediante impuestos, o recibido de la UE. Estos partidos únicamente se aprovechan de su prevalencia en lo público para colocar a decenas de miles de cargos en puestos de la Administración propiamente dicha o en las miles de empresas públicas que existen y que en realidad no aportan gran cosa salvo servir de sinecuras a quienes no encontraron acomodo en las posiciones de salida de las listas.

Todo ello favorece la corrupción, algo consustancial a la acción política en España, con incontables casos desde antiguo. Hay dos maneras de ser corrupto. Una, la mafiosa, la del PP, que consiste en exigir mordidas por adjudicaciones de obras o servicios; y otra, más de andar por casa, la del PSOE, que consiste en redistribuir el dinero público de manera oscura e irregular para favorecer a sus adeptos. La corrupción de los sindicatos se encuadra también en este último modelo. Asuntos de mucho dinero, como los ERE, en Andalucía, o los Fondos Mineros, en Asturias, fueron y son manoseados por el PSOE y por los Sindicatos de manera vergonzante. Ambas maneras de ser corrupto son deleznables. Más rechazable, sin duda en el modelo mafioso del PP, por lo de mafioso; pero ambas resultan igual de vomitivas.

Esto, como se dijo al principio, viene de la laxitud de la Constitución, donde no se define qué es funcionamiento democrático de las formaciones políticas; de la falta de claridad de la Ley de Partidos, llena de agujeros en cuanto a la financiación, y de la desastrosa Ley electoral que permite el acceso a las listas de auténticos botarates que nunca serían capaces de ganar una circunscripción convenciendo a los electores, como se hace en los países serios y con democracias de verdad.

Este esqueleto sostiene un enorme y espantoso modelo clientelar del que nadie quiere salir para no perder un sustento, que de otro modo resultaría muy difícil de obtener. Gente como Rita Barberá o José Ramón Gómez Besteiro, por hablar de casos actuales no abandonan sus cargos, ni son expulsados sin contemplaciones, porque lo pasarían mal o muy mal para ganarse la vida de otro modo, Besteiro tendría que reiniciar su carrera como abogado, o en el caso de Barberá, la jubilación no le proporcionaría el nivel de vida al que está habituada.

Nunca entenderé por qué los partidos no ejecutan algo tan simple como la expulsión temporal preventiva. Cuando un cargo es investigado por la justicia por causas importantes, se le expulsa, hasta que el juez determine su futuro. Si resulta ser inocente, se le readmite y se le busca sitio, y si no, pues a su casa, o a la cárcel. Claro que, con el personal que anida en los partidos políticos en España, aquí incluyo también a los nuevos, que no parecen querer otra cosa que sillones, difícil va a resultar que las cosas se hagan de manera sencilla, simple, clara y efectiva. Nuestros políticos son barrocos. Su exceso de ornamento, en demasiados casos, solo sirve para disimular mal su enorme incompetencia.

Pues bien. Esto es lo que hay y lo que nos va a gobernar, si hay al final un acuerdo. Pero el peligro persiste. Si hay elecciones en junio, esto es lo que se va a presentar para que votemos. Mal nos va a ir. Seguro.


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