15 agosto, 2015

Hola. ¿Es el ministerio del Interior?

 Medianoche. C vuelve a casa con su perro. La cara lívida y el gesto desencajado. Las manos temblorosas apenas sujetan la correa. El animal, como si lo supiera, camina despacio y lo mira de vez en cuando paciente y, aunque llueve ligeramente no acelera el paso. C se mueve como un autómata, sin importarle la lluvia persistente. Las gotas impactan sobre la pantalla de su móvil. Tiene abierto Facebook y allí están los mensajes. Se siente intimidado, en peligro. El último es de hace unos minutos: «te ajustaré las cuentas».

No puede dormir. Da vueltas en la cama hasta el amanecer. A las siete, sin haber pegado ojo, decide levantarse. Se prepara un café y va al ordenador. Google. «Ministerio del interior»; pincha en «Contacto» y lo ve. Su tabla de salvación: Atención al ciudadano 060. Se preguntó a qué hora entran a trabajar los ministros. Decidió que a las diez no era demasiado temprano. Llamaría a Jorge Fernández Díaz... Él le ayudaría.

—... Le recordamos que por razones de seguridad esta llamada será grabada.
—Ministerio del interior, en qué puedo ayudarle.
—Hola, verá... Es que estoy en peligro. Quiero hablar con don Jorge, con el ministro.
—Tranquilícese. Dice que está en peligro. Por qué no llama usted al 112...
—No es ese tipo de peligro. Estoy en mi casa, sentado en un sofá. Pero es que recibo mensajes amenazantes por Facebook.
—Oiga, si está usted de broma, le recuerdo que esto es Interior y que puede estar usted incurriendo en un delito...
—Cómo que un delito. Oiga. Yo me siento amenazado. Hay un tipo que me manda mensajes a mi Facebook. Dice que va a por mi, que cuando menos lo espere me cruje. Lo lleva haciendo semanas y yo me siento intimidado, presionado y deprimido. Me perro me mira como si fuera gilipollas y estoy completamente acojonado. Se lo puedo decir más alto pero no más claro... Quiero hablar con don Jorge... Inmediatamente.
—Pero, oiga. ¿Usted se cree que se puede hablar con un ministro así, por las buenas, porque alguien le amenaza por Facebook?
—¿Qué pasa que Facebook no es importante. ¿Sabe usted el valor en bolsa de Facebook? Es mucho mayor que el de Twitter. Y el Rato ese se entrevistó con él porque le intimidan por Twitter. O eso dicen, aunque yo no me lo creo.
—Señor... Rodrigo Rato fue ministro de Economía y Vicepresidente del  FMI.
—Tiene usted razón. Yo ni fui ministro ni presidente de ninguna cosa, pero tampoco inicié la burbuja inmobiliaria ni hundí Bankia ni engañé a millones de inversores ni se me investiga por fuga de capitales y blanqueo de dinero. Así que hágame el favor de pasarme al ministro, a don Jorge, o mando esta conversación a la prensa. Yo también la estoy grabando.
—Verá, Señor. No le voy a pasar a nadie... De momento dígame sus datos personales.
—Me llamo C, DNI 00xxxyyyZ. Y se lo repito. Páseme al ministro o envío esta conversación a El País. Y rece para que no me pase nada porque entonces va a ser peor. Conozco a quién me amenaza y  es capaz de todo. Así que usted mismo.
—Espere un momento...
...
—Sí... Señor C. Buenos días. Soy la jefa de gabinete del ministro. Verá, él está en una reunión y no puede atenderle...
—Señorita. Me importa un rábano. Yo estoy en peligro real ahora. Así que, ¡qué se ponga, joder!
...
—Sí. Soy Jorge Fernández. Dígame. Qué le ocurre.
—Hombre, don Jorge. Por fin. Ya es difícil hablar con usted.
—Oiga. Estoy muy ocupado...
—Cómo que muy ocupado. Usted tiene que atender a los ciudadanos, que para eso le pagamos. ¿No atendió a Rato. ¿Qué tiene él que no tenga yo, aparte de la cara como el cemento?
—Oiga, un respeto.
—Ni un respeto ni nada. Usted tiene la obligación de atenderme, así que siéntese y escúcheme, o esto va a la prensa.
—Bien. Dígame.
—Gracias. Verá... Hace unas semanas sacudí el mantel con migas por la ventana, como siempre. El caso es que se me escapó una cucharilla de café y le calló en la calva a un vecino unos pisos más abajo. La verdad es que, entre las migas y el golpe, el tío se cabreó mucho. Yo me metí para adentro. Creo que no me vio, pero no estoy seguro. El caso es que consiguió mi Facebook y no para de amenazarme. Y estoy muy asustado, don Jorge. Dicen que fue boxeador y yo soy un mierda enclenque. Tiene que ayudarme y protegerme.
—Oiga. No sé ni como le estoy escuchando. Pero ya he tenido demasiada paciencia con usted. Tenemos su ubicación y voy a ordenar ahora mismo que se le detenga por mofa a una autoridad del Estado...
—¿Qué va a ordenar qué...? ¿Me quiere decir que Rato estaba en más peligro que yo? Mire. Voy a enviar esta conversación a El País ya. Usted es un insensato. ¿Recibe en su despacho a un caradura que tiene hasta escolta, pero está cagado y casi ni habla por teléfono con un ciudadano amenazado por un tipo que dicen que fue boxeador y que tiene una mala uva del seis? Usted es un mentecato que debería dimitir de inmediato. Se va a enterar como me pase algo. Adiós.

El Ministerio se convirtió aquel día en un hervidero. Los contactos con El País se hicieron al máximo nivel. Pero todo fue inútil. C había ganado. El titular estaba preparado. «El ministro del Interior se niega a proteger a un ciudadano seriamente amenazado». Al día siguiente C paseaba a su perro con un ojo morado. La dimisión del ministro estaba más cerca.

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