18 mayo, 2014

Los gritos del silencio

En las próximas elecciones europeas me abstendré, lo mismo que harán, según los sondeos, el 60% de los ciudadanos españoles con derecho a voto. Pero la abstención no es en ningún modo una renuncia al derecho a votar, al contrario. Abstenerse es negarse de forma activa a ejercer un derecho para mostrar la disconformidad con el entorno político, especialmente con un sistema electoral que favorece la selección de los menos dotados y que es, a todas luces, injusto y casi "ademocrático".

He conversado en los últimos meses con muchas personas a este respecto, y coincidimos en que, efectivamente, un sistema de elección indirecta no es lo más adecuado para que brillen los talentos políticos que pudiera haber. La supremacía en lo que se refiere a la valía de los candidatos de las democracias con sistemas de elección directos, como Francia e Inglaterra, se hace evidente cuando se compara a los mandatarios. Está claro que figuras de la talla Cameron, Hollande o el mismo Valls, recientemente nombrado primer ministro en Francia, no existen en España ni en los países de sistemas similares (Italia, Grecia,...).

Alemania tiene un mecanismo electoral parecido al nuestro, pero con alguna concesión al voto directo. En Alemania, como en España, el poder de los partidos es enorme, y como en España, no hay figuras de alto nivel. Solo Merkel manda, o más que mandar ordena, basada en su peso económico en la Unión, lo que le indican los financieros. En Alemania no se hace política, se gobierna de manera competente, como no podía ser de otra manera dado el especial carácter germano disciplinado y obediente.

Pero los españoles no somos alemanes. Ni de lejos llegamos a su nivel técnico ni de responsabilidad personal para con su país. En España somos cainitas y necesitamos políticos de peso que nos lleven de la mano, como pasó en la transición. Sin embargo, el poder excesivo que se les dio a los partidos mediante leyes ad hoc les ha convertido en monstruos ocupados únicamente de sus problemas internos y de obtener y conservar el poder como único medio de subsistencia.

El sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas impide la renovación y construye un camino hacia la mediocridad, casi hacia el esperpento, de los elegidos para ir en ellas. Todos conocemos ejemplos de políticos, de los que nos avergonzamos por su poca talla, en nuestra ciudad, en nuestra autonomía, en nuestro país. Por eso no votamos. Por eso nos abstenemos cada día más. Es nuestro modo de protestar pacíficamente y sin ruido. Los votos que no llegan a las urnas son los gritos del silencio.

3 comentarios:

Bond dijo...

lejos de mi intención comentar ni criticar nada de lo que diz Chus, no vaya a ser que le acusen de sexiracista por apabullar auno que no tien la suerte de ser del Carbayedo

Ángel Luis dijo...

Gracias Jesús. Tus comentarios me siguen pareciendo geniales. Tienes una cabeza especial. Solo tienes un problema y es que "me engorda" tenerte como amigo. Yo si votaré. Solo porque no se pierda mi "grito". Trataré de que sea un voto útil y socialmente responsable. Ardua decisión.

Jesús Arribas dijo...

Hombre, Ángel... Me abrumas. Está bien que votes, si crees que con ello haces lo correcto. Pero, que no te quepa duda. La abstención masiva haría que los partidos, tan acomodados ellos, empezaran a pensar en cambiar la ley electoral, que es lo que daría un cierto nivel de nuevo a la política. Por cierto. ¿Conoces a tu diputado en el Congreso? A qué no. Nadie conoce a SU diputado. Por eso hay que dejar de acudir a las urnas: no se vota a nadie, sino a algo.