05 abril, 2014

Linchamientos en Argentina

Cuando el grado e pobreza y e desigualdad sobrepasa ciertos límites las reacciones de la población, normalmente pacífica, pueden volverse imprevisibles y extremadamente violentas. En Argentina estos límites se sobrepasaron y la gente reacciona de manera brutal.  Un chico murió apaleado por unas 50 personas por intentar quitarle el bolso a una mujer. Una simpleza lleva a una reacción exagerada. En Rosario, donde murió el chico, se dieron varios casos. En este enlace pueden verse 10 segundos paralizantes.

Según el diario clarín, el problema se extiende por el país. La reacción del gobierno, de la oposición de la Iglesia, que siempre se mete en estas cosas, y de toda la sociedad civil hipócrita es una "enérgica condena". En este país nuestro llevamos oyendo lo de enérgica condena a los actos de terrorismo: el problema persistió durante 50 años y aún no ha terminado del todo. Las condenas, por muy enérgicas que sean, no arreglan las cosas. Son las acciones, las decisiones, las normas, las leyes y las políticas las que las resuelven de verdad.

Claro que Argentina es un poco como España. Rebaños enteros de políticos que hablan y hablan sin hacer, encantados de conocerse y viviendo estupendamente con un jugoso salario. Para qué van a trabajar si les pagan igual. Qué las cosas sigan así y que no se muevan. "Virgencita de mi vida que me quede como estoy". Es por lo tanto normal que una población llena de necesidades, abandonada y desprotegida se termine por levantar contra la delincuencia. ¿Y quién paga? Pues el pobre "pringao" que da un tirón. Pero ellos condenan, condenan enérgicamente.

Cuando se sobrepasan los límites de lo que una sociedad puede soportar también se sobrepasan las reacciones. Y no es una cuestión de condenas, es una cuestión de hacer cosas concretas que solo se pueden hacer desde la política. Primero con acciones de choque y en paralelo leyes y normas que favorezcan la igualdad social y que reduzcan seriamente la pobreza en todos los sentidos. Esa es la solución y eso es lo que no va a hacerse porque el propio gobierno y la propia oposición están interesados en que nada cambie.

El caso de Argentina es como para echarse a temblar. Un país repleto de materias primas que es saqueado permanentemente por sus mandatarios; que se levanta y se arruina casi cada década y que permanentemente cae en los mismos errores. Los argentinos, me consta, adoran a su país y se avergüenzan de sus políticos, salvo los salvapatrias peronistas y algún exaltado más. Lo más valioso de Argentina está en el exilio mientras los que allí se quedan son vampirizados. Argentina no llora por Evita, valiente gilipollez. Argentina llora de dolor y de vergüenza por no saber sacudirse esa plaga de garrapatas que lleva más de un siglo chupándole la sangre.



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