21 abril, 2014

Formación, educación y apatía

Está claro que España necesita formación. La formación debe alcanzar a todos los estamentos del tejido político, social y laboral. No solo los niños deben ser mejor educados, eso es evidente y lo dejan claro los informes PISA; también los adultos deben ser repulidos, reciclados, repasados y reprogramados; y dentro de estos, políticos, empresarios, sindicalistas, jueces, reyes y consortes deben serlo especialmente para que, de una vez por todas, comprendan que lo que están haciendo, y me refiero a todo lo que hacen, no es nada, absolutamente nada que beneficie a la sociedad, al pueblo, al país.

Los últimos escándalos de los cursos de formación dejan desnudo a todo el mundo. Toda la cadena de decisión está pringada. Los empresarios en Madrid cobraron el dinero de las malditas subvenciones sin aportar nada a cambio; lo mismo que los empresarios y sindicatos en Andalucía: organizaron cursos sin asistencia pero, en un ejercicio digno de la España más chusca, encontraron firmas de trabajadores o parados que los justificaron. Sí los parados y los trabajadores también están enmerdados por esto.

La fuerza laboral española carece de formación adecuada y adaptada. La masa laboral proveniente de la construcción y de empresas que soltaron lastre humano es, en un 80% mano de obra no cualificada. Sí; conviene mirarse al espejo. La mayor parte de los trabajadores españoles tienen poca o ninguna formación acorde con las necesidades del mercado laboral, cada día más exigentes. Pero lo peor es que tampoco parecen estar locos por formarse para encontrar un trabajo. No veo yo a gente en las oficinas de empleo ni delante de las sedes sindicales exigiendo formación. Me cuesta trabajo escribirlo, pero creo firmemente que muchos trabajadores pasan absolutamente de formarse. Su objetivo es aguantar la crisis y, cuando escampe, volver a ser peones.

Lo mismo que los adolescentes son en cierto modo culpables de sus carencias culturales los trabajadores lo son de sus carencias formativas. No se puede echar la culpa de todo al sistema educativo o al formativo. Los padres, desde las asociaciones deben exigir mejor educación y participar en ella: es cosa de los padres la educación básica de jóvenes que no dicen ni buenos días cuando entran en un sitio o se comportan en la calle como auténticos cafres. Los trabajadores, como personas adultas deben presionar para que se les forme adecuadamente. No sé de que manera, pero no puede ser a través de unos sindicatos metidos en el estiércol hasta la garganta. Sin embargo deben hacerlo, y con contundencia.

Si no salen, si no salimos por cuenta propia de la apatía, este país nunca dejará el pozo en el que está metido. Un pozo en el que viven de las subvenciones y del dinero de todos agentes de todo tipo: políticos, jueces, sindicalistas, organizaciones empresariales, funcionarios de todo cuño, pensionistas y parados con derecho a prestación. La cuestión es cuánto puede durar esto sin hacer crack. Es el pueblo, son los trabajadores en paro y en activo quienes deben empezar a presionar señalando con el dedo y acusando a los causantes de que esto no avance, o sea: políticos, sindicatos y empresarios. Así de sencillo.

2 comentarios:

Bond dijo...

¿Formarse?, ¿pa qué?, siempre podrá encontrar un huequín en algún partido-mafia. Y no miro pa nadie

Anónimo dijo...

Desde el inicio de la etapa democrática lo que menos preocupó a políticos, sindicatos, empresarios, etc. fue que hubiese una formación educativa en general: la profesional, la académica, la sanitaria, la de equidad y libertad social, la del respeto a lo ajeno, la del cuidado de lo público -pagar impuestos por lo que realmente se tiene-, la del derecho a discrepar, etc. Lo más doloroso es la actitud de los políticos (solo les preocupa estar rodeados de personas que les asienten a todo lo que deseen) y sindicatos (su única preocupación parece obtener dinero del Estado para mantener el poder que se les supone). Ahora el PP parece desear retirar la asignatura de filosofía
por mor de mejorar la competitividad. Las disciplinas humanísticas -ética, arte, historia, etc.- parecen perder peso frente a economía y otras disciplinas más útiles para un mundo más eficiente, pero no más ético ni más justo ni más eficaz y competitivo. Con todos ingredientes, es difícil que nuestro país obtenga buenos resultados en formación, educación, y que, además, no haya una apatía de imposible de curar. A. Sierra.