29 noviembre, 2013

Pobre España: los sindicatos

Los sindicatos son un agente social indispensable para el equilibrio sociopolítico de un país. Un estado libre necesita de estas organizaciones para que sean puestos en posición de fuerza, si hace falta, los derechos de los trabajadores, y también para compensar la muy habitual inclinación de la parte empresarial a tomar al asalariado como un simple coste que debe ser mantenido siempre en mínimos. Se espera de los sindicatos que ejerzan su cometido y que estén bien centrados en él, en especial en épocas como esta en la que la pérdida de derechos y de salario está a la orden del día.

Sin embargo, la realidad es que los sindicatos no son lo que deberían ser. Para empezar no se ocupan de todos los trabajadores por igual. No es lo mismo un trabajador de una pequeña empresa sin comité, o con un comité reducido, o un trabajador autónomo, que otro de una megaempresa como Telefónica, Hunosa o un gran banco. Los primeros están dejados a su suerte y se hace con ellos cualquier desmán mientras que los segundos rebosan de derechos, les llueven prejubilaciones doradas y disfrutan de salarios mucho más altos. Definitivamente, la esencia del sindicato: defender al trabajador explotado, se ha extraviado en el tiempo.

Los aparatos de los grandes sindicatos son como grandes empresas. La primera preocupación de la alta dirección es el dinero para mantener un cuerpo demasiado grande para la labor real que deberían hacer. El misterio de la financiación sindical es eso: un gran misterio. Hay una parte conocida: las cuotas de los afiliados y la subvención estatal por representatividad, pero esto es poco, o muy poco para el enorme gasto de tan gigantesca e inútil maquinaria. La parte opaca es aquella que viene de lo entregado por el SEPE y las autonomías para la formación. El escaso control de la aplicación de estos fondos, de la calidad de esta formación y de la preparación de los formadores genera serias dudas respecto a qué se hace realmente con estos fondos. En Andalucía sirvieron ni se sabe para qué y a UGT le va a costar la dimisión del Secretario General no tardando mucho.

Lo más kafkiano es que a los sindicatos también se les paga por la realización de estudios diversos, planes de igualdad, integración de inmigrantes y cosas de lo más variopintas. Los sindicatos reciben dinero indirectamente por tener representatividad (consejeros)  en organismos públicos y fundaciones de todo tipo: Cajas de Ahorro, televisiones, fondos de pensiones... Incluso se les dio entrada en el sector inmobiliario (PSV), donde la cagaron estrepitosamente.

En fin que uno se pregunta cuál fue la negociación y con quién para que semejante chollo les cayera del cielo. Mientras los sindicalistas viven como mariscales la mayor parte de los trabajadores (autónomos y de pequeñas empresas) están indefensos, a la intemperie en momentos difíciles. En fin, ellos verán, pero de  seguir así acabarán como los partidos políticos: rechazados por la sociedad. El estereotipo del sindicalista vago y voceras se hará realidad y todos serán medidos por el mismo rasero.

Tengo claro que los sindicatos son indispensables, pero también estoy seguro de que no estos. Estos solo están a lo suyo. Pobre España.

2 comentarios:

Bond dijo...

Pues iba a decir algo, pero ya lo dices tú perfetamente

Anónimo dijo...


Si, pobre España. A mi me da más pena de los españoles, de los trabajadores y, en general, de todos los que pensábamos que vivíamos en un país de los del primer mundo. En fin, otra decepción más.
Saludos y salud mental para aguantar. L.