27 septiembre, 2013

Qué bonita es la libertad de prensa

Rajoy no pudo evitar las preguntas sobre Bárcenas en la entrevista que le hicieron para Bloomberg. La periodista entró en el asunto y le presionó para que contestara... Rajoy estaba incómodo. Es lo que tiene conceder entrevistas en un país donde la libertad de prensa es un principio básico.

Los EE. UU. tienen unas cuantas cosas que no me gustan: ausencia de sistema de protección social, sanidad pública, puritanismo institucional, etcétera. Sin embargo otras cuantas son extraordinarias. Eso de que los periódicos se posicionen libremente a favor de un candidato, o ese desparpajo de los entrevistadores cuando hablan con un político, incluso con el presidente, al que, con todo respeto, acribillan a preguntas comprometedoras y si la respuesta no es satisfactoria se lo vuelven a preguntar, este tipo de cosas, son... fantásticas.

En EE. UU. se practica el respeto por el mandatario, pero nunca se olvida que cualquiera puede ser presidente, lo que lo hace que en esencia este sea igual que su entrevistador y faculta al periodista para preguntar aquello que le parezca oportuno. Claro que los políticos norteamericanos aceptan esto si rechistar porque es algo que está en el código genético de la gente en este país. La prensa en USA es libre, es como quiere ser y por eso los medios estadounidenses son los más fiables e influyentes del mundo.

Rajoy se encontró con este problema en la entrevista que concedió a Bloomberg. La periodista, sin ponerse nerviosa en absoluto por tener delante a un presidente de gobierno, le preguntó lo que quiso y le repreguntó cuando le dio la real gana, que es lo normal en una entrevista. Las entrevistas en España, con preguntas previamente pactadas, que permiten preparar la respuesta, son totalmente descafeinadas; son como cerveza sin alcohol: parece lo que parece, pero no es lo que debe ser.

Rajoy no está acostumbrado a la libertad de prensa. En España puede poner, y pone, condiciones. Pero claro, en esta ocasión estaba en un país libre, no en uno como España, en el que se dispone de ciertas garantías, incluso la de elección indirecta del gobierno cada cuatro años, pero que no es en realidad un país libre. España sigue siendo como en el franquismo, pero con derecho a voto para los ciudadanos: derecho a votar a un partido, a un aparato que pondrá a cargo de las cosas a quien considere. Antes era democracia orgánica, ahora democracia indirecta... Un viaje demasiado largo para haber avanzado tan poco.

El comportamiento de Rajoy y el de casi todos los que tienen mando político en España es como el de cualquier cacique de pueblo en los años oscuros de la dictadura. Se sitúa por encima de los demás. Los políticos españoles no se han dado cuenta todavía que son exactamente iguales que cualquier ciudadano, es más que le deben el respeto máximo. Y esto es así porque en España el cargo te lo da el partido, como te lo daba antes el sindicato vertical, o alguien que conocía a alguien bien situado.

Hasta que el político no sea elegido directamente por el pueblo seguiremos ofreciendo espectáculos tan lamentables como el que dio el presidente cuando fue entrevistado. Rajoy se encontró de frente con su monstruo más temido, una periodista que le trata con respeto, pero que no le guarda distancia porque, al fin y al cabo está a su misma altura: son dos personas que entablen un diálogo. Moncloa quiso que no emitiesen esa parte, pero claro, estaban hablando con un medio serio... Qué bonita es la libertad de prensa. A que sí.

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