05 julio, 2013

Los ERE, el contrapunto

Hace un par de días, a raíz de la imputación de una ex ministra en el caso de los ERE, hubo una fuerte discusión en uno de esos foros frecuentados por gente cercana al PSOE. El asunto era que algunos de ellos, los más fundamentalistas, sostenían que la jueza Alaya estaba "claramente" dirigida por el PP y actuaba en función de lo que ocurriera en el caso Bárcenas para contrarrestar sus posibles efectos perniciosos.

De nada servían las argumentaciones de quienes no nos debemos a amo alguno y mantenemos nuestra independencia de análisis. Ellos, a lo suyo. Se les dijo que algo parecido podía pasar con Ruz, que lo que iba saliendo del hoy preso Bárcenas era también lo más conveniente en cada momento para alguien. Nada. Imposible. solo Alaya estaba dirigida, el PSOE nunca trataba de influir en los jueces. En fin, cosas veredes.

Por mucho que se les intentó explicar que la independencia judicial tiene estas cosas, nada. Por mucho que se les dijo que Europa occidental tiene un sistema de leyes escritas que el juez interpreta y aplica, nada. Por mucho que se les explicó que los jueces son como son y que es el sistema que tenemos, con sus cosas buenas y malas, nada. Siempre la doble vara de medir. Siempre el maldito fundamentalismo que impide ver los defectos propios.

Los jueces son de su padre y de su madre y tienen sus querencias y sus ideologías, además de estar en un mundo en que existen presiones de todo tipo. Los jueces no están aislados en una campana transparente. Tienen vecinos, amigos, conocidos y leen los periódicos y navegan por internet, además de oír la radio y ver la televisión. Naturalmente que están mediatizados. Y admito que pueda haber poderes ocultos que les presionan a nivel personal. Pero estos poderes ocultos están repartidos en todo el espectro político. Hay que dejar a los jueces hacer su trabajo, aunque sean algo "rarillos" algunos. No tenemos otra cosa.

Además, la discusión no debe estar centrada en que si el juez, o la jueza están, o no, mediatizados. El asunto es que tenemos un gravísimo problema a todos los niveles de la política y en todo el estado. El caso Bárcenas y el de los ERE no tienen nada que ver por separado, pero, como en una pieza musical, uno es el contrapunto de otro. Ambas líneas, interpretadas independientemente, son completamente distintas; sin embargo, cuando se tocan a la vez, producen una melodía armoniosa, aunque horrible en este caso: la corrupción.

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